domingo, 25 de marzo de 2012

La parábola de las diez minas

Lucas 19:11-27 presenta la parábola que Jesús cuenta sobre las diez minas. En ella el maestro refiere que un hombre noble fue a un país lejano para recibir un reino y volver y llamando a diez siervos suyos les dio diez minas para que las negociaran mientras él volviera.

La palabra mina se refiere a una moneda antigua. Esta parábola nos recuerda que el Señor nos dota de talentos para servirle en la multiplicación de su palabra. Es nuestra responsabilidad recibirlos con actitud agradecida y aprovecharlos para llevarle a otros el mensaje de amor y esperanza que representa el reino de Dios.


Sigue la parábola diciendo que sus conciudadanos le aborrecían y no querían que él reinara sobre ellos. Lo que indica que mucha gente cuando le presentan la palabra de Dios, la rechazan, la ignoran, no le hacen caso y se excusan de mil manera para no aceptar a Jesucristo como su único salvador personal o se excusan en su edad para no comprometerse con el reino.

Dice la parábola que el hombre volvió, llamó a sus siervos y les pidió cuenta de su dinero. También el Señor nos pedirá cuentas de lo que hemos recibido de él para ver el uso que le hemos dado.

El primero había ganado diez minas y fue encomendado para diez ciudades; el segundo cinco minas, cinco ciudades; pero vino otro que había guardado su mina en un pañuelo porque tuvo miedo de la severidad de su señor y lo acusó de tomar lo que no puso, y que segar lo que no sembró. Este hecho molestó bastante a su amo y ordenó que le quitaran la mina y se la entregaran al que tenía diez. Esta parte de la parábola nos llama a no desperdiciar lo que el Señor nos da como gracia. ¿De qué vale recibir un hermoso galardón y guardarlo? Claro que no. Hay que hacerlo funcionar para el bien de la humanidad, siendo instrumentos de servicio del Dios vivo y misericordioso.

Pídele al Señor que te permita usar los dones que él te ha dado para servir a otros, para predicar su palabra, para animar, bendecir, alabar, glorificar, hacer el bien, dar una mano amiga a quien te necesite. No sea que el Señor venga y te pida cuenta de qué hiciste a favor de su reino con el talento que te ha dado. Dios te bendiga, ahora y siempre. Amén.
   

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